Sonó la campana para iniciar la última hora de clases de un tedioso lunes. Por supuesto ya le habíamos cantado el cumple años feliz repetidas veces durante el día, como es de costumbre cuando un compañero está de cumple años y la clase que sigue a nadie le gusta.
Llegó la Cadete “A” (sólo llevaba dos meses en el campo) a la clase, yo y el resto de los esclavizados invocamos una vez más el poder del cumpleaños feliz, llamado que la Cadete “A” abortó con un repentino grito:
¡Ya tendrán tiempo para cantarle Cumpleaños Feliz! Ahora mantengan silencio, ¡y salúdenme! Solamente 5 veces fueron suficientes para que todos calláramos, más no por muchos segundos.
Inesperadamente todos volvieron a entonar la canción, incluyéndome. La autoridad, a pesar de su bajo status, reaccionó calmadamente y se dirigió hacia la Rectoría. Iba a buscar algunas hojas para anotarnos (digo hojas y no libro, debido a que para anotar malas conductas se usan unos papeles con códigos, tal y como si fuéramos conscriptos, hojas que los alumnos tienen que firmar en señal de reconocimiento de la falta cometida).
Cuando llegó todos quedamos perplejos. Dijo:
-Sé perfectamente quién cantó y quién no. No hubo mujer alguna que cantara.
-Usted no puede tener la verdad absoluta. No tiene 25 ojos -Dije indignado mientras le miraba temerariamente.
-No, pero confío plenamente en que los que cantaron admitirán su culpa.
-Yo canté, pero me parece que es algo fuera de lugar afirmar ciertas cosas que no son comprobables. Además, si nadie se entrega, ¿castigará a todos? ¿Y pagarán injustamente santos por pecadores?
Discutimos un tiempo prolongado. La Cadete pidió al curso manifestarse, pero el silencio calló a todos. Finalmente, arguyó en mi contra que no era de su gusto las personas que hacían acotaciones sin sentido o fuera de lugar, a lo que yo le recordé que esto sólo era un juego limpio, sin indirectas, y que si quería decir que mis frases no tenían sentido, que me lo dijera a la cara.
-Lo espero a final de clases para conversar cara a cara sobre el tema –Dijo.
Sonó la campana y, siendo la última hora de clases, huí raudamente hacia a fuera del Campo, impulsado únicamente por las ganas de escapar de la cámara de gases (Oficina de la Cadete).
Una semana después hubo clases de biología nuevamente. Cadete “A” llegó con un fajo de hojas de anotación en la mano. Estaba dispuesta a masacrarnos sin misericordia.
Empezó a llamar por lista a los involucrados. Era yo de los primeros en ésta, pero a mí, por supuesto, me dejó para el final. Llegada mi hora, y preparado para ser castigado sin razón, me paré y fui hasta su escritorio.
-Señor Díaz, se le culpa por:
Desobediencia a la autoridad (como si se hubiera ganado mi respeto para auto denominarse “autoridad”).
Disturbios en el curso.
(Esas dos anotaciones las tenía todo el curso)
Y le informo que tiene una anotación por Falta de respeto (lo dijo con un dejo de placer característico, el típico de un profesor al hacerle daño a un alumno).
-¿Falta de respeto? No recuerdo haberle faltado el respeto, Cadete. ¿Me podría recordar lo acontecido por favor?
-Claro, tú me dijiste que no tenías tiempo para hablar cosas sin importancias.
-¿Es esa una falta de respeto?
-Sí, lo es.
-Lo siento, no reconozco la falta, y como no estoy de acuerdo con lo que dice el papelito de la anotación, no puedo firmarlo.
-Perfecto, retírese.
-¡Señor sí señor!
Llegué a mi puesto, me senté y reflexioné lo siguiente:
“Como bien dije anteriormente (hace una semana), no voy a pelear por cosas sin importancia así que esta vez, si la Cadete no me sigue molestando, no haré nada más”.
Concluyó la clase y me acerqué a ella. Firmé la “hojita” que me hacía acreedor de un grato castigo.
Si la respuesta a mi tesis se cumpliera, no habría pasado esto. El Cadete “A” no habría podido gozar haciéndome cumplir un castigo por una causa estúpida e irrelevante como es quitarle 45 segundos de su clase.
Señores, ¡Pongámosle fin al abuso de poder!
Junto a esto los llamo a usar un poco de su sentido común, siempre y cuando el Colegio no se los haya robado todo, y preguntarse:
¿Es correcto someter a un Alumno a un castigo de dos horas debido a que cantó Cumpleaños Feliz u ocupó 45 segundos de una clase?
Independiente de que haya sido una falta a la autoridad, la que debo reconocer, si la Cadete “A” se hubiera ganado el respeto de los alumnos, lo cual es casi imposible debido a incontables faltas de respeto y abusos de poder ejercidos contra ellos, no habríamos reaccionado así.
Los libros no faltan el respeto, ni abusan del poder que tienen (que, indudablemente, es mucho mayor al de un profesor).